Prensa de la época:
“Las modas que conviene adoptar para los niños es uno de los detalles más interesantes y dignos de estudio que nos ofrece la vida moderna, en su esfera práctica, donde aun se agitan tantos errores. No puede en modo alguno tratarse superficialmente el asunto, porque lo que interesa a la salud de los niños hállase unido a la felicidad de las familias y al porvenir de la patria; y en cuanto a las madres, es inútil encarecer la importancia que reviste este problema de la moda: se trata de sus hijos, de esos pequeños seres que entrañan toda su ventura, y seguros estamos de que, así en los hogares españoles como en los americanos donde penetre LA MODA ELEGANTE; como elemento elemento eficaz de orden, economía y buen gusto, se tendrán en cuenta nuestras reflexiones, por lo que pueden redundar en provecho de los pequeñuelos.
Hubo un tiempo en que la moda francesa, risueña, caprichosa, infinita en sus manifestaciones, se enseñoreó por completo del mundo civilizado, y dóciles a sus peregrinos antojos, las damas adoptaron con entusiasmo sus modelos, y aun los niños, cediendo al mismo influjo vistieron trajes ostentosos, de buen gusto sí, pero poco convenientes al desarrollo físico, tan indispensable á la infancia. Los niños se ofrecían entonces á nuestra contemplación entre nubes de encaje y raso, de terciopelo y seda, que prestaban a su conjunto indescriptible belleza; pero en cambio, las caritas pálidas, los desarrollos lentos y aun las enfermedades, más ó menos frecuentes, combatían sin cesar las frágiles existencias de esos ángeles de la tierra, nacidos para iluminar nuestra alma con un rayo de la dulce alegría de los cielos.
Hoy todo ha cambiado; la civilización, haciendo entrar a la moda en más acertados senderos, ha logrado que armonicen entre sí dos tendencias que parecían completamente opuestas: el arte, es decir, la belleza, y la higiene, que es como si dijéramos la salud, y por consiguiente una de las grandes aspiraciones humanas. Sobradamente conocen nuestras adorables lectoras el rumbo que hoy sigue la moda, haciendo alarde de cuantos elementos entrañan el gusto y la economía; por lo tanto, dejemos aparte cuanto a ella en su aspecto general se refiere, porque a otro orden de ideas nos empujan las consideraciones relacionadas con la infancia.
No queremos entrar de lleno en lo que pudiéramos llamar filosofía de la moda: sólo haremos resaltar los frutos que de ella obtienen los trajes infantiles, y que son hijos, tanto de esa evolución favorable del gusto como del perfecto acierto de la ternura previsora de las madres. Nunca como en nuestros tiempos ha sido la moda tan francamente cosmopolita: es más, la civilización penetrándose de sus deberes y deseosa de aunar aspiraciones, ha amalgamado el gusto risueño, multiforme y caprichoso de Francia, la eterna innovadora, con la elegante corriente inglesa seria, metódica, previsora y acertada como ninguna. Hasta nosotros, pues, han llegado las modas inglesas, las que tienden de un modo especial a la conservación y aumento de la salud, único secreto que determina los progresos de las razas.
Y de todos los influjos que la moda inglesa ejerce entre nosotros, el más notable, el más simpático, el más feliz, es que tiene relación con los niños. Siempre se ha dicho que las damas inglesas no reconocen rival para vestir bien a sus hijos, y esto es cierto ciertísimo, tanto que no parece sino que la habitual seriedad de la mujer inglesa únicamente cede ante la risueña silueta infantil, y que solo en los niños ejercitan las fantasías propias de la imaginación femenina… por eso la moda inglesa, aunque firme en su propósito de aumentar los encantos de la infancia, no abandona el punto de vista de la salud, colocándole en importancia al lado mismo del buen gusto…
De suerte, mis amadas lectoras, que en este momento crítico para el buen gusto, en que la moda emprende nuevos derroteros, es conveniente, casi necesario, que nos fijemos en la bienhechora influencia que ejerce la moda inglesa en los trajes infantiles, a fin de que sea aceptada sin reparo en nuestra España como preciado agente de conservación y desarrollo… Las damas de la Gran Bretaña eligen para sus hijos trajes holgados, de mucho abrigo en invierno y no tan ligeros en verano que dejen expuestos a los pequeñuelos a los bruscos cambios de temperatura, origen de funestas enfermedades… no es lógico aprisionar el diminuto cuerpo con un modelo ajustado, una hechura estrecha que le oprima como una coraza. Nada de esto: una lana flexible, elástica, que abrigue sin entorpecer los movimientos; una hechura holgada, aunque elegante, basta para que vuestros hijos, siguiendo la corriente del gusto moderno no sacrifiquen a la moda el desarrollo físico.
Nunca intentéis convertir a un niño en un figurín…
Todas las familias deberían entender algo de higiene, siquiera fuese tan sólo para precaver las enfermedades que pueden aquejar a la débil y combatida infancia…
Una vez implantada resueltamente la moda inglesa para los trajes de los niños, el desarrollo infantil será más vigoroso, más firme, con sólo que las madres tengan en cuenta lo que, unido a la ausencia de una tiranía imprudente de la moda, significan las diversiones campestres, el ejercicio diario metódico, tan indispensables a los niños.
Nada de llevarlos a grandes reuniones, bailes y teatros donde se respira una atmósfera viciada. Aire y luz como los pájaros necesitan los niños; son su principal elemento de vida, y todo lo que no sea equiparar con los estudios bien dirigidos la expansión natural de la infancia, dará por triste resultado niños enfermizos, y si los acostumbramos a las porfías del lujo, seres vanidosos mucho antes de que por razón de edad se desarrollen en ellos las pasiones, que en la plenitud de la vida son el tormento de los humanos y dificultan la serena marcha de los siglos hacia sus misteriosos destinos”.
Josefa Pujol de Collado in La Moda elegante: periódico de las familias, 1.890. Madrid: Establecimiento tipográfico Sucesores de Rivadeneyra. Año XLIX, nº 1.
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“El principio fundamental del traje infantil es la sencillez, y siempre la sencillez, no me cansaré de repetirlo. Esta edad es suficientemente seductora por sí misma para necesitar recurrir a las complicaciones de los atavíos. Por consecuencia, pocos adornos; pero una forma muy correcta, pues ella es la que da toda la distinción”.
Vizcondesa de Castelfido in La Moda elegante, 1.897. Año LVI, nº 45 (Crónica desde París).
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Opinión de los expertos:
“Todavía en el Romanticismo el vestido infantil apenas se diferenciaba del adulto excepto en la talla: se viste a los chicos como a caballeros miniaturizados y a las niñas como a enanas. Una salvedad: como las faldas infantiles se confeccionaban cortas por debajo de la rodilla, abrigaban las piernas con pantalones de volantes. Doctor Pablo Pena: Indumentaria en España: el periodo isabelino (1.830-1868)
“Los trajes de niños conservan la misma hechura que antes, poco más o menos. Para los niños los trajes escoceses y a lo Luis XIII. Para las niñas vestidos que difieren poco de los de sus madres y hermanas mayores. Las Talmas, los vestidos albanés o bayadera bastante cortos para que se vea un pantalón bordado, las manguitas cerradas al puño, un sombrero de alas anchas y largas carrilleras, adornado con plumas y flores.”
El Correo de la moda: periódico del bello sexo. Madrid, 11/1.852. Año 2, Tomo 1, número 26.
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“Cuando veo a las niñas vestidas desde los ocho años con trajes que son una reproducción en miniatura de los de sus madres; cuando las veo con vestidos completamente bordados que cuestan 600 y 1.000 reales, con cintas en el talle de a dos duros la vara, con sombreros de paja de arroz guarnecidos de plumas y flores costosísimas, con botas de raso, con guantes largos y con encajes en el cuello y en las mangas, cuando veo así vestidas a las niñas, siento como una impresión de tristeza en el alma.
¿Cómo se exigirá de estas criaturas el amor a la sencillez, la modestia tan encantadora en la mujer cuando tengan más edad?
¿Cómo se les reprenderán las pretensiones exageradas y el amor al lujo, cuando la coquetería, natural en la adolescencia, ocupe el sitio de la inocencia de la infancia?
¿Cómo serán buenas esposas? y sobre todo, ¿cómo serán buenas madres?
Acostumbrándolas al lujo, exponen has madres a sus hijas a ser muy desgraciadas; el primer mal que las proporcionan es el hastío, que nace de la saciedad de todos las deseos; el carácter de estas niñas, a las que el vulgo llama felices, se agria, se hace vanidoso, despreciativo, duro para los demás, antipático, en una palabra. Sus caprichos, sus exigencias no tienen fin ni medida, y sus padres son las primeras víctimas.
Cuando estas niñas llegan a la edad de amar y de ser amadas, el lujo es también el origen de su desgracia; toda fortuna del que desea casarse con ellas les parece poca; saben sumar y restar como la Cecilia de Le Duc Job, que escribió en francés Lean Faya, y arregló un académico español con el título de Lo Positivo y saben calcular perfectamente lo que necesitan para alimentar la voracidad de ese dragón que se llama lujo.
Suelen casarse, pues, no con el que aman, sino con el que es más rico, porque el descender les sería insoportable.
Pero si la suerte inconstante convierte por uno de esos incidentes tan comunes en nuestra época, la opulencia en medianía, ¡Cuánto tienen que sufrir esas pobres criaturas! ¡Cuánto más que la que ha sido educada con modestia y sencillez!
No entra, por poco también, el miedo al lujo la aversión que muchos hombres tienen al matrimonio; muy pocos hay que quieran ver sufrir a la mujer que aman, y antes prefieren renunciar a ella que someterla a privaciones de todos los instantes.
El lujo, el detestable lujo, ha hecho imposible el hogar y la familia: el carruaje, el abono en los teatros, la modista cara, la peinadora, las telas de valor, los encajes y las joyas, parecen en el día—y sobre todo en nuestra pobre España—necesidades imprescindibles, necesidades que ni nuestras abuelas ni aún nuestras madres conocían.”
La Condesa de Valflores in El Correo de la moda. 26 de septiembre de 1.875. Número 36.
“La moda infantil es una perfecta imitación de la de sus mayores, no sólo en la reproducción de la línea, sino también en la elección de colores y en la selección de los adornos. Aunque a medida que avanza el siglo hay un interés mayor por vestir a los más pequeños con prendas adecuadas a su edad y sobre todo a sus actividades, en las que los juegos ocupan gran parte de su tiempo”. Doctora Mercedes Pasalodos Salgado
En la Edad Media los hijos de los campesinos se vestían como podían y los más pequeños se tenían que conformar con una simple saya por el contrario los nobles sí imitaban la ropa de sus mayores dejando claro sus estatus.
La infanta Margarita en Las Meninas de Veláquez (1.656) aparece vestida igual que sus cuidadoras “con jubón –una especie de corpiño con mangas que cubría desde los hombros hasta la cintura–, basquiña, falda larga, enaguas y guardainfante, una estructura interior de varillas que daba ese gran volumen al vestido, con forma acampanada y abultada en las caderas y que en su origen se utilizó para camuflar embarazos no deseados, de ahí el nombre”. Es una niña de cinco años vestida con ropas de adulta lo que viene a demostrar que ni tan siquiera entre los nobles existía una moda infantil como relata Dolors Giró del Departamento de Moda de la Escuela Superior de Diseño.
La moda infantil comenzó a independizarse de una manera muy tímida entre finales del siglo XVIII y principios del XIX. A las chicas menores de dieciséis años se les permitió llevar faldas algo más cortas de lo habitual, de manera que enseñaban partes del cuerpo hasta entonces prohibidas, como los tobillos o incluso las pantorrillas (esto sólo se consentía para menores de doce años según indica el ensayo de La historia de la moda infantil de Rick Hendershot.) Hasta los cuatro o cinco años vestían de forma parecida con lazos, puntillas, pantalones bombachos… (La Vanguardia, De la saya al chándal, 2.001).
El origen del traje de marinero se encuentra el príncipe Alberto Eduardo de Gales, hijo de la reina Victoria y del príncipe Alberto, al que cuando contaba cuatro años de edad le regalaron un traje a su medida que era una réplica de los que usaban los miembros de la Royal Yacht, y que él no se quitó durante todo el viaje que hizo por las islas del Canal de la Mancha en 1.846.
Wintelhalter le hizo un conocidísimo retrato vestido así que tuvo una enorme repercusión. Aún hoy este traje se usa en las primeras comuniones.
Los expertos coinciden en sus aseveraciones por tanto estamos en el camino apropiado. Por supuesto no faltan quienes disienten llevando los cambios en la moda infantil a mediados del s. XIX e incluso antes como hemos visto. Con solo echar una mirada por la prensa de la época esta teoría cae por su propio peso.
La ropa infantil comenzó a existir con carácter propio a principios del s. XX, cuando la diseñadora francesa Jeanne Lanvin (1.867-1.946) comenzó a confeccionar vestidos para su hija cambiando totalmente el panorama de la moda para niños.
Jeanne nació en París el 1 de enero de 1.867 en el seno de una familia de pocos medios. Fue la mayor de once hermanos. Con trece años ya trabajaba en la sombrerería de Mme. Félix en el Faubourg Saint-Honoré. En 1.885 abrió un taller de sombreros. Le iba bien y por eso optó por tener su propia sombrerería en la Rue Boissy d’Anglas en 1.889 cerca de Faubourg Saint-Honoré en un lugar recóndito de la Place de La Concorde porque allí el alquiler le salía más económico aunque era un buen sitio por estar muy próximo al enclave neurálgico de la moda del momento.
Conoció al conde Emilio de Pietro con el que se casó en 1.896. Nació su hija Marguerite que cambiaría su vida por completo. Cuando la niña tenía seis años el matrimonio se rompió. Sin duda Jeanne fue muy valiente pues no era algo usual para la sociedad de la época. Su hija, a la que llamaba Marie-Blanche, y la moda fueron los dos pilares de su vida.
Marguerite se pasaba buena parte del día el día en el taller de su madre mientras ésta trabajaba y atendía a sus clientas, Jeanne diseña para su hija vestidos de colores alegres, radicalmente diferentes a los que vestían las niñas de entonces, ya que la ropa infantil venía siendo un calco de la de los adultos pero en pequeño, según hemos visto. Quería para su hija los vestidos que ella no pudo tener en su niñez. Las madres de las compañeras de colegio de Marguerite no tardaron en venir a encargarle ropa porque no le pasaba desapercibida la que llevaba la niña. Eran trajes vaporosos y delicados y causaban sensación entre la alta sociedad parisina. El éxito que tuvo estas creaciones infantiles entre sus clientas originó una demanda que la llevó a crear vestidos para las hijas de éstas, iniciando así el diseño de las primeras colecciones infantiles
La primera colección de moda infantil fue lanzada en 1.908 siempre con Marguerite como musa.
En 1.909 entró en la Chambre Syndicale de la Haute Couture de París.
Ya estaba metida de pleno en el mundo de la Alta Costura del que ya nunca se fue. La colección principal era para señoras pero la colección infantil no cayó en el olvido y la siguió realizando con un gusto extraordinario. Lógicamente Marie-Blanche iba creciendo y su madre continuó ideando nuevos modelos para su hija.
El logo de su tienda fue creado por Paul Uribe en 1.917. Está tomado de una fotografía en la que hija y madre se las ve de perfil vestidas para un baile de disfraces con las manos entrelazadas. Este fue el sello de la empresa. Es la primera diseñadora que crea un logotipo para su marca.
Fue abarcando cada vez más campos: perfumes, colecciones para caballero, telas, objetos de decoración, pieles y lencería. Está en posesión de la Legión de Honor, máxima condecoración del Estado Francés.
He rastreado la figura de Jeanne Lanvin en la prensa de habla española y no pasó precisamente desapercibida.
La primera referencia que he encontrado es esta:
— “Palais de l’Elegance”.
Bartolomé Mitre, Vachon, Lachaize, Charpail, & Pellet:
“Tienen el gusto de participar a su distinguida clientela que hemos recibido de las mejores casas de París, un variado surtido en sombreros, vestidos y blusas elegantísimas en legítimo encaje de Irlanda, tul y linón con aplicaciones de broderie.
En vestidos y sombreros para niñas y jovencitas que es una de las especialidades de la casa, tenemos las últimas creaciones de JEANNE LANVIN, é invitamos a visitar nuestros salones de exposición en la seguridad que encontrarán Modelos para todos los gustos”.
Caras y caretas. Buenos Aires, 1.909. nº 573.
Por tanto en Argentina ya estaban al tanto de sus creaciones tanto para señoras como para niñas.
— Presentaba directamente sus creaciones:
“Fb. St-Honoré, París
Jeanne Lanvin
22, Fbg. St-Honoré, París
Montrer[a] sa nouvelle collection de Robes, Manteaux, Chapeaux, pour Dames et Enfants, du 5 au 14 mars l’aprés-midl a trois heures.
HOTEL RITZ.—MADRID
Les parsonnes désirant des invitationsdns sont priées de s’adresser a l’Hôtel.
La collection comprendra les modeles du nouveau rayón de robes de sport“.
El imparcial: diario liberal: Madrid, 1.925. Año LIX, nº 20.322.
Siempre lo hacía en el Hotel Ritz y los hijos de Worth en el Palace. Este tipo de anuncios aparecen publicados en distintos periódicos de la época pero mayoritariamente redactados en español. En reclamos posteriores se puede leer que habría cena de gala. Sus venidas solían ser por febrero-marzo y octubre.
— Constituyó una sociedad en España:
“Jeanne Lanvin, Sociedad anónima. Domicilio: Barcelona. Objeto: fabricación y comercio de todos los artículos para trajes de señora, caballero y niños. Capital: lOO.OOO pesetas. Duración: indefinida“.
Revista ilustrada: banca, ferrocarriles, industria y seguros. Año XXXV, nº 18. 1.927.
— Recibió galardones:
“Madame Jeanne Lanvin, una de las modistas más famosas de París y agraciada ya hace algún tiempo con la Legión de Honor ha sido elegida Princesa de la Moda por 5357 votos“.
El sol. 1929. Año XIII, nº 3.621.
— Así la veía la prensa especializada:
“Llegamos hoy a casa de Jeanne Lanvin. Las creaciones de esta gran modista son siempre algo aparte en la moda parisina. Algo más refinado, más atrevido y sobre todo distinto de lo que presentan todos los demás. En esta casa hay también perfumes por demás exquisitos, para ponerse con sus creaciones del todo aparte. Tiene también Lanvin su sección para sport, que nada tiene que ver con la sección de trajes de fantasía, y además tiene también la de camisería para caballeros, que es ciertamente distinguidísima y muy elegante, no teniendo más que un defecto: su alto precio, al que pocos y contados son los que a él puedan aspirar; desde luego el lucir una prenda masculina de casa Lanvin es signo indudable de chic y de alta distinción“.
Teresa de Nyssen in Heraldo de Madrid. 1929. Año XXXIX, nº 13.498.
Fue, sin lugar a dudas, una mujer muy inteligente y adelantada a su época.
Así que de vestir niños y niñas iguales y de blanco hasta los siete años más o menos sin diferencia de sexo, de llevar una faja o corsé, que en el caso de las niñas sería su fiel compañero de por vida, desde el alumbramiento las costumbres son muy distintas a comienzos del s. XX.
Con cuatro añitos empezaba la ropa a diferenciarse hasta evolucionar para convertirse en la de adulto.
(1) El niño de la ilustración va dentro de una urna para evitar contagios. Recuérdese que si bien los índices natalidad eran altos, los de mortalidad los solapaban por ser altísimos. El traje de bautismo era similar al que usaban habitualmente pero de mejores telas y enriquecido según la posición social de la familia.
ADENDA:
Investigando por las hemerotecas me he encontrado con mi ya vieja conocida y “maestra” la Vizcondesa de Castelfido muchas veces, incontables veces, de manera que estoy en condiciones de afirmar que dominaba a la perfección los temas que tocaba: moda y decoración. Por eso al leer lo que sigue me puse manos a la obra:
“Kate Greennnaway es la gran inspiradora de las modas infantiles, y no hay nada tan seductor como ver dos o tres niñas juntas, vestidas de telas rameadas, con el talle casi debajo de los brazos, la falda larga hasta el tobillo, el ridículo flotante en el costado y la capota enorme ajaretada, bajo la cual sus graciosos semblantes se hallan medio escondidos, no dejando pasar sino los sedosos y largos bucles.
Para esta clase de vestidos, el fular y la muselina son las telas más a propósito, y todo el traje, vestido, capota y ridículo, se corta de la misma tela.
Hasta los nenes de dos y tres años van vestidos de este modo: traje largo y capota gigantesca.
Respecto a los niños de tres años para arriba, todos marinos, y, al contrario de lo que se acostumbraba de muchos años atrás, la gran moda actualmente es ponerles muy temprano de pantalones. Antes se les veía con las piernas al aire hasta la edad de doce ó trece años. Ahora, apenas han dejado las faldas, cuando se les viste de contramaestres, con pantalones de pie de elefante y chaqueta de manga ancha, adornada con galones. Es una revolución suntuaria en miniatura“.
Vizcondesa de Casteslfido in La moda elegante Madrid, 1.890. Año XLIX, nº 30.
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“No pocas adoptan hoy el género Greenaway, que es el más lindo y el que más se lleva, Pero este género no exige tan sólo el vestido largo hasta el suelo, el abrigo con canesú ó con esclavina, sino que hace necesario un sombrero en armonía con el género en cuestión, y no un sombrero cualquiera, sino la capota Greennaway, enorme, enteramente ajaretada, con ala ondulada ribeteada de piel y con la ruche de tul salpicada de cintas cometas, que forma restrillo en el arqueo de la capota; ó bien el gorro de tres piezas, que se hace de terciopelo ó paño y se guarnece de pieles.
Ambos tocados se acomodan con el estilo de los trajes a que me refiero, los cuales no consienten otros“.
Vizcondesa de Casteslfido in La moda elegante Madrid, 1.892 Año LI, nº 46.
¿Quién fue Kate Greenaway?
Una escritora e ilustradora inglesa hija de un grabador y dibujante y de una costurera que además abrió un establecimiento de ropa para niños. Liberty of London, una conocida tienda británica, adaptó las ropas de las ilustraciones de Kate para una línea infantil.
Su nombre se hizo familiar tanto en los círculos de la moda como en los literarios llegando a EEUU.
Las batas, gorros, delantales y adornos delicados eran anticuados y recordaban la época de la Regencia.
Hizo también tarjetas de felicitación y ex libris. No faltaron muñecas vestidas al estilo de Kate.
Había nacido en 1.846 y murió en 1.901 de un cáncer de mama. Su línea se fue olvidando para resurgir después y desde 1.955 se entregan las medallas que llevan su nombre.
Ilustraciones de las revistas, con licencia Creative Commons :