Nos situamos en el rellano decorado con elegantes muebles. La tapicería es de seda bermellón bordada (el tresillo tapizado en rojo de la casa de mi niñez tenía bastante más calidad que este que vemos). Un gato está intentado trepar al sofá. Habrán observado que la presencia de animales es constante y se debe a mi amor por ellos. Quienes me conocen saben que acostumbro a poner un ratón o dos como sello personal.
Penetramos en un espacioso salón con un gran mural frontal (ya hemos hablado de este tema). Vemos al fondo de la estancia una escena de ajedrez. La señora sentada es de Carmen Ruíz (de las mejores que ha hecho a mi juicio). Lleva un vestido con un corte impecable. A lado un mueble bar con dos taburetes. En la parte delantera una mesa de comedor redonda y un tresillo con dos señoras, una de Carmen Ruíz mirándose al espejo y la otra de Kay Brooke. Ambas trabajan sin moldes. Kay es especialista en hacer muñecas de porcelana dotadas de una gran movilidad porque nunca les da posiciones de quietud. Esta técnica no está al alcance de todos los artesanos y por esta razón sus piezas son especiales. No me he topado con artesana que se sienta más feliz que ella cuando ve sus obras colocadas.
Toda la tapicería de esta habitación va a juego en tonos dorados combinados.
Entramos en el salón verde. He hecho aquí una escena familiar. Las señoras hacen labores y el caballero fuma mientras tanto. Una nena mira a su madre. Como se aprecia hay dos ambientes. Vemos muchos detalles en esta habitación: el reloj de pie, los dos mundillos (aún recuerdo la destreza de una familiar mía haciendo bolillo y el sonido inconfundible de los palillos al chocar unos con otros mientras yo miraba entusiasmada), las dos mesas de marquetería, el cuadro a punto de cruz con una bella planta ornamental…
Bien, vamos al ala derecha de esta planta.
Encontramos un baño y un dormitorio.
Aunque me repita el baño es un fallo mío pero va a seguir puesto. Obsérvese la muñeca en “deshabillé” obra de Kay Brooke. Cuando se la ve en la mano es cuando se aprecia el buen estudio anatómico que ha hecho la autora. Sus proporciones son perfectas. No falta de nada en este cuarto de baño (ya quisiera yo tener uno así).
El dormitorio es muy minucioso en su decoración. Hay dos muebles genuinamente victorianos: uno de los tocadores (el segundo que vemos al lado izquierdo de las imágenes) y otro mueble pequeño y redondo (a la derecha). El primero tiene una triple función según esté cerrada o abierta la tapa que soporta el espejo. Si se abre es un tocador propiamente dicho y si se cierra se convierte en escritorio y en costurero y el segundo mueble al que aludo está compuesto por un espejo, una palangana y una jarra. En la parte inferior tiene un pequeño compartimento en el que se aloja un orinal.
El vestido del maniquí y, en general, la mayoría de las labores de aguja son obra de Pedro Trigos Chía.