Aún recuerdo la tienda en que la compré, hoy desaparecida. Estaba en el escaparate y atrajo poderosamente mi atención.
Volvió a mi memoria la gran casa que tuve en mi infancia cuyo recuerdo permanece y permanecerá imborrable dentro de mí. Hoy valdría un potosí. Me pasaba horas y horas ante ella. Era deliciosa y, por supuesto, espléndida con sus cinco plantas. Estaba equipada con mobiliario de época. ¡Qué bonitos aquellos sillones isabelinos tapizados de seda roja! Tenía hasta un Oratorio a dos niveles que me hizo mi hermano. Se cerraba con llave y me superaba en altura lo que era lógico porque yo era muy niña.
Soy objetiva al decir que hoy figuraría entre la casas de muñecas reseñadas por Ileana Ottini por su estructura y su antigüedad. Llegó a mis manos a través de una antepasada mía. ¿Cuántas niñas habrían jugado con ella antes que yo? Desgraciadamente no conservo ninguna fotografía. Me gusta ilustrar lo que escribo y no puedo hacerlo en este caso. No me parece oportuno poner una foto de la Casa de Muñecas de la Reina Mary de Inglaterra porque mi casa no llegaba a tanto. Me paseé por internet y no encontré ninguna similar. Así que le escribí a la genial pintora norteamericana Paula Vaughan pidiéndole permiso para incluir uno, tal vez dos, de sus cuadros en mi web y dentro de este apartado y me contestó de inmediato afirmativamente y, además, me daba las gracias por mi solicitud. Su obra es intimista, llena de colorido y capta magistralmente el mundo de los sentimientos y de los recuerdos. Es evidente porqué elegí la primera. La segunda me recuerda el cuarto de costura de mi madre porque esa es la habitación en que mis padres decidieron poner mi casita. Por mí habría colgado bastantes más. Se pueden admirar en su web: https://paulav.com/ que merece la pena ser visitada detenidamente. Muchas gracias, dulce y querida Paula.
No sé qué fue de ella a pesar de que la intenté recuperar cuando ya fui adulta. Conozco muy bien mi colección, es natural, pero no llega a igualar, ni por asomo, a mi añorada casa de la niñez. Seguramente si siguiera en mis manos yo no me habría interesado por el mundo de las miniaturas. Con cuidar y mimar aquella joya me habría bastado.
Entré muy decidida y la compré. Tenía algún mueble que otro y no tuve conciencia de que estaba poniendo los cimientos de lo que después sería mi colección. No sabía nada de miniaturas, ni de escalas, ni de artesanos. Eso lo aprendí con el tiempo.
La casa tiene seis habitaciones en dos plantas. La escala oscila entre 1/24 y 1/16.
La cocina y el dormitorio infantil son de la época en que la compré si bien les he añadido algunas piezas posteriores. El resto lo he ido poniendo yo.
Es de madera de pino consistente. No son simples paneles como hoy es habitual.
Me gusta como ha quedado aunque no es lujosa pero para mí tiene un enorme valor sentimental.
Su decoración es relativamente moderna y sobria.
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